Teoría de Darwin
La explicación propuesta por Darwin del origen de las especies y del mecanismo de la selección natural, a la luz de los conocimientos científicos de la época, constituye un gran paso en la coherencia del conocimiento del mundo vivo y de las ideas sobre evolución presentes con anterioridad. Se trataba de una teoría compuesta por un amplio abanico de subteorías que ni conceptual ni históricamente fueron indisociables.
Fundamentalmente, las dos grandes teorías defendidas en el Origen fueron, por un lado, la teoría del origen común o comunidad de descendencia, en la que se integran evidencias muy variadas en favor del hecho de la evolución, y, por otro, la teoría de la selección natural, que establece el mecanismo del cambio evolutivo. De este modo, Darwin pretendía resolver los dos grandes problemas de la historia natural: la unidad de tipo y las condiciones de existencia.
Aunque menos controvertida que los Vestigios, la publicación de El origen de las especies atrajo un amplio interés internacional, provocando acalorados debates tanto en la comunidad científica como en la religiosa que se vieron reflejados en la prensa popular. En poco tiempo, el Origen se tradujo a varios idiomas, convirtiéndose en un texto científico fundamental cuya discusión implicó a multitud de sectores sociales, incluyendo a los "trabajadores" que acudían en masa a las lecciones magistrales de Huxley. A pesar de que su enfermedad le obligó a permanecer al margen de los debates públicos, Darwin estuvo siempre atento a todas las reacciones provocadas por su obra, como ilustra la activa correspondencia que mantuvo en aquellas fechas.
En general, la aceptación de las tesis defendidas en el Origen atravesó dos etapas: una primera fase en la que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, el mundo victoriano comenzó a aceptar progresivamente la teoría de la evolución y una segunda, avanzado ya el siglo XX, en la que el redescubrimiento de la herencia mendeliana posibilitó la aceptación de la teoría de la selección natural.
En el ámbito popular, la reacción más recurrente, reflejada en las sátiras y caricaturas publicadas en los periódicos y revistas de la época, afectó a las consecuencias de la teoría de la evolución para la posición de la especie humana en la jerarquía animal. A pesar de que Darwin sólo había afirmado que su teoría arrojaría nueva luz sobre la cuestión del origen del hombre, la primera reseña del Origen lo acusó de hacer un credo de la idea, en realidad sostenida en los Vestigios, según la cual el hombre procedía del mono.
El vínculo genealógico entre el hombre y otros primates enfrentó también a la comunidad científica. Huxley, defensor de la evolución, y Richard Owen, cuyas objeciones a las tesis del Origen habían aglutinado a gran parte de los críticos de Darwin, mantuvieron un intenso debate durante dos años en torno a las similitudes y diferencias anatómicas entre los cerebros de humanos y primates. La campaña de Huxley tuvo un éxito devastador en el derrocamiento de Owen y la "vieja guardia".
En relación con la publicación del Origen de las especies, gran parte de la comunidad cristiana hasta hoy en día rechaza la teoría darwiniana de la evolución, ya que la considera incompatible con el relato de la creación narrado en la Biblia, en el Libro de Génesis.
No obstante, también surgieron ramas y denominaciones más liberales que la han incorporado a sus creencias. La reacción de la Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, no fue unívoca. Los antiguos profesores de Darwin en Cambridge, Adam Sedgwick y John Stevens Henslow descartaron su teoría rotundamente. Sedgwick, en su momento, incluso llegó a declarar que la aceptación del público general del libro podría traer consigo «una brutalización de la raza humana, como nunca antes se haya visto». Contrariamente, algunos teólogos liberales como Charles Kingsley interpretaron la selección natural como un instrumento del diseño divino.
En 1860, siete teólogos anglicanos publicaron la obra Essays and Reviews, en la que Baden Powell elogiaba la obra de Darwin por «apoyar el gran principio de los poderes autoevolutivos de la naturaleza». Asa Gray mantuvo largas discusiones teológicas con Darwin, quien importó y distribuyó su obra en defensa de la evolución teísta, titulada La selección natural no es inconsistente con la teología natural. Ese mismo año tuvo lugar en Oxford el célebre debate en torno a la evolución, durante un encuentro de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia. En él se enfrentaron filósofos, teólogos y científicos a favor y en contra de la teoría de Darwin. El obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, aunque favorable a la evolución, se mostró contrario a la explicación darwinista de la transmutación de las especies. Entre los defensores de Darwin se encontraban Joseph Hooker y Thomas Huxley, llamado desde entonces el «bulldog de Darwin» por su feroz apoyo al darwinismo.
Los amigos más cercanos de Darwin, Gray, Hooker, Huxley y Lyell, continuaron expresando ciertas reservas, pero le ofrecieron su apoyo, al igual que otros muchos naturalistas, especialmente los más jóvenes. Gray y Lyell buscaron la reconciliación de la evolución con la fe, mientras que Huxley planteó un enfrentamiento radical entre religión y ciencia, luchando contra la autoridad del clero en la educación y el control de la ciencia por parte de los clérigos y los aristócratas amateurs, encabezados por Owen, en defensa de una nueva generación de científicos profesionales. El 3 de noviembre de 1864, día en que la Royal Society concedía a Darwin la medalla Copley, Huxley organizó el primer encuentro del más tarde influyente Club X, dedicado a «la ciencia, pura y libre, liberada de dogmas religiosos».
Entre las críticas científicas, uno de los escollos fundamentales para la aceptación de la evolución afectó a la edad de la Tierra, que según los cálculos de Lord Kelvin era demasiado breve como para posibilitar la evolución gradual defendida en el Origen. Más tarde, la cuestión sería explicada con una teoría en relación con el descubrimiento de la radiactividad y su aplicación al fechado de la edad de la Tierra.
El gradualismo defendido por Darwin en el Origen fue otra de las grandes fuentes de controversia, como Huxley le señaló en su célebre advertencia: «Se ha cargado usted a sí mismo con una dificultad innecesaria al adoptar el Natura non facit saltum de manera tan incondicional». Las objeciones al gradualismo se concentraron en dos cuestiones fundamentales: desde la paleontología, se señaló la ausencia de formas intermedias en el registro fósil, mientras que otros autores como Lyell y George Jackson Mivart insistieron en las dificultades asociadas a la evolución gradual de órganos complejos, arguyendo la inviabilidad de las etapas incipientes de estructuras que solo al haber alcanzado un alto grado de complejidad podrían resultar útiles.
La aceptación de la teoría de la selección natural en otros círculos tomó mucho más tiempo. A pesar del reconocimiento de la evolución por diversos académicos, gran parte de la comunidad científica se resistió a aceptarla porque era un mecanismo de cambio no teleológico; y muchos continuaron defendiendo teorías alternativas como el lamarquismo, la ortogénesis o diversas formas de vitalismo, etc, como ilustran las objeciones de Eduard von Hartmann y Henri Milne-Edwards. Otros autores señalaron las inconsistencias lógicas internas a la propia teoría de la selección natural y derivadas del mecanismo hereditario postulado por Darwin. Si bien el Origen de las especies no se comprometió con ninguna teoría de la herencia, Darwin defendió la pangénesis o herencia por mezcla, la teoría más en boga en su época. A pesar de que ya en 1865 el monje Gregor Mendel había publicado sus estudios sobre las leyes de la herencia, su trabajo permaneció desconocido hasta el siglo XX. Ocho años después de la aparición de El origen, Fleeming Jenkin y después Ronald Fisher señalaron la incompatibilidad entre el mecanismo de la selección natural y la pangénesis.
Razonando desde la matemática estadística, Jenkin mostró la alta improbabilidad de que la variación, la selección y la transmisión de nuevas características pudiesen superar el efecto conservador de la herencia por mezcla, que hacía más probable que la descendencia se aproximase a la distribución media de la característica en la población que a sus progenitores, reduciendo la variación. En los años 1930 se presentó la tesis de la síntesis evolutiva moderna, la cual representa la visión actual mayoritaria sobre la evolución; esta integra la teoría de la evolución por selección natural, la herencia mendeliana, la mutación genética aleatoria como fuente de variación y los modelos matemáticos de la genética de poblaciones.
Por otra parte, otros puntos de fuertes críticas contra la teoría de Darwin y su descripción de la naturaleza humana incluyen la relación de la teoría darwiniana con la eugenesia, el desarrollo del darwinismo social y la tesis de «la supremacía del más fuerte» como argumento para los países neoimperialistas europeos de imponer poder político en África y América. Además, existen otras controversias sociales respecto a la posible postura machista o sexista en la tesis de Darwin.
En su libro El origen del hombre (1871), Darwin describe al sexo masculino con un cerebro «absolutamente más grande», con una «mente» y un «genio más inventivo», con una «eminencia» y un grado «superior» en comparación a la mujer:
"El hombre es más valiente, combativo y enérgico que las mujeres, y tiene una genialidad más inventiva.
Su cerebro es absolutamente más grande."
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Cap. XIX: Hombre - Diferencias sexuales. página 557.
"La distinción principal entre las facultades intelectuales de los dos sexos es mostrada por el logro del hombre en una eminencia superior, en todo lo que toma, de lo que la mujer puede -ya sea la exigencia de una profunda reflexión, razón o imaginación, o simplemente el uso de los sentidos y manos. Si se hicieran dos listas sobre los hombres y mujeres más eminentes en la poesía, la pintura, la escultura, la música (inclusive tanto en composición como en interpretación), la historia, la ciencia y la filosofía, con media docena de nombres en cada materia, las dos listas no podrían ser comparadas. También podemos inferir, a partir de la ley de la desviación de los promedios, tan bien ilustrada por el Sr. Galton, en su obra sobre "Genio hereditario", que si los hombres son capaces de una determinante preeminencia sobre las mujeres en muchos temas, el promedio de la facultad mental en el hombre debe estar por encima de la de la mujer. [...]
Así, el hombre ha llegado a ser finalmente superior a la mujer".
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Cap. XIX: Hombre - Diferencias sexuales. págs 564-565.
Se dice que dichos aspectos influyeron en la consolidación teórica de la eugenesia, 137 ya que en el mismo libro, Darwin escribió:
"A fin de que la mujer pueda llegar al mismo nivel que el hombre, ella debería, cuando sea casi adulta, ser entrenada con energía y perseverancia, y tener su razón e imaginación entrenada al punto más alto, y entonces ella probablemente transmitiría estas cualidades sobre todo a sus hijas adultas. Todas las mujeres, sin embargo, no podrían crecer de esta manera, a menos que durante muchas generaciones aquellas que destacaran en las virtudes más vigorosas se casaran, y produjeran descendencia en un mayor número que las demás mujeres".
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Capítulo XIX: Hombre - Diferencias sexuales, pág 565."
Otras críticas sobre la descripción darwiniana de la naturaleza humana, son señaladas por personajes como Hârun Yahya, entre otros que acusan los escritos darwinianos de tener múltiples tintes racistas que indudablemente sirvieron de inspiración para el darwinismo social, como el libro "El origen del hombre", donde Darwin frecuentemente habló de "razas humanas", divididas en dos clases principales: 1) las "razas civilizadas", y 2) las "razas salvajes", entendidas éstas últimas como los aborígenes australianos.
Esto resalta cuando Darwin habla de la supuesta relación entre las facultades intelectuales y el tamaño del cerebro, y cita una clasificación craneométrica en la que se describe a los europeos con la mayor capacidad intelectual, mientras que describe a los asiáticos y aborígenes autralianos con la menor capacidad:
La creencia de que existe en el hombre alguna estrecha relación entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de las facultades intelectuales se apoya en la comparación de los cráneos de las razas salvajes y las razas civilizadas, de los pueblos antiguos y modernos, y por la analogía de toda la serie de vertebrados. El Dr. J. Barnard Davis ha demostrado por muchas medidas cuidadosas, que la capacidad interna media en el cráneo de los europeos es 92,3 pulgadas cúbicas, en los americanos es de 87,5 y en los asiáticos es de 87,1 y en los australianos es de sólo 81,9 pulgadas cúbicas. El profesor Broca ha encontrado que en el siglo XIX los cráneos de las tumbas en París eran mayores que las de las tumbas del siglo XII, en el periodo de 1484 a 1426, y que el aumento de tamaño, comprobados por mediciones, era exclusivamente en la parte frontal de la cráneo - la sede de las facultades intelectuales.
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Parte I, págs. 54-55
Así mismo, el autor dedica el capítulo 5 (Natural Selection as affecting Civilised Nations) a tratar la forma en la que el creía que la selección natural afectaba a lo que el llamaba las "naciones civilizadas", articulando los conceptos de "raza inferior" y "superior" a la vez que comenta lo que él consideraba como "obstáculos" importantes para el incremento numérico de "hombres de cualidades superiores":
Existe en las sociedades civilizadas un obstáculo importante para el incremento numérico de los hombres de cualidades superiores, sobre cuya gravedad insisten Grey y Galton, a saber: que los pobres y holgazanes, degradados también a veces por los vicios se casan de ordinario a edad temprana, mientras que los jóvenes prudentes y económicos, adornados casi siempre de otras virtudes, lo hacen tarde a fin de reunir recursos con que sostenerse y sostener a sus hijos. [...] Resulta así que los holgazanes, los degradados y, con frecuencia, viciosos tienden a multiplicarse en una proporción más rápida que los próvidos y en general virtuosos [...] En la lucha perpetua por la existencia habría prevalecido la raza inferior, y menos favorecida sobre la superior, y no en virtud de sus buenas cualidades, sino de sus graves defectos.
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Parte 1, Cap. V, p.186
En el mismo libro, escribió que en un futuro no muy distante, la exterminación de las "razas salvajes" del hombre generaría sin duda alguna un "estado más civilizado":
En algún periodo del futuro, no muy distante, como en cuestión de siglos, es casi seguro que las razas civilizadas del hombre exterminarán y reemplazarán a las razas salvajes en todo el mundo. Al mismo tiempo, los monos antropomorfos, tal como el profesor Schaaffhausen ha señalado, será sin duda exterminados. La ruptura entre el hombre y sus aliados más cercanos entonces será más amplia, porque intervendrá en el hombre en un estado más civilizado, como podemos esperar, incluso que el de los caucásicos, y algunos monos tan inferiores como el mandril, en lugar de como ahora [pasa] entre el negro o el australiano y el gorila.
Charles Darwin, El origen del hombre (1871), Cap. VI, "En el lugar de nacimiento y la antigüedad del hombre".
Múltiples representantes del movimiento eugenésico y el darwinismo social a nivel político tomaron como bases teóricas dichas ideas darwinianas. De hecho, varios de los hijos de Darwin destacaron como líderes del movimiento, y Darwin llegó a escribir sobre eugenesia activa. En 1911, su hijo Leonard se hizo presidente de la Sociedad Eugenésica, y en el mismo año, se formó un grupo eugenésico en Cambridge, en el cuál, figuraban tres de los hijos de Darwin: Horance, Francis y George. Así mismo, se dice que Adolf Hitler y Benito Mussolini fueron seriamente influenciados por las implicaciones teóricas y metodológicas en la teoría eugenésica darwiniana. De hecho, en general, múltiples críticos a menudo vinculan la teoría evolutiva y la ideología del darwinismo social con la posterior generación de racismo, la creación del nacionalismo, la propagación de la política neoimperialista y parte de los pilares ideológicosdel fascismo y el nazismo, que derivó en consecuencias fatales cuando se le dio aplicación política a la idea de la "supremacía del más fuerte".
Durante la segunda mitad del siglo XX, el darwinismo siguió recibiendo un profundo rechazo por parte de grupos religiosos, conservadores, etc, especialmente, del sector del fundamentalismo cristiano en Estados Unidos, quienes se oponían a que la teoría de la evolución fuera enseñada en las escuelas.
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